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PERFIL/ Historiador Kurt Nagel: “A mi Zulia le dejo las crónicas, los cuentos, las historias contadas”

|Con información de Panorama
Imagen de la noticia: PERFIL/ Historiador Kurt Nagel: “A mi Zulia le dejo las crónicas, los cuentos, las historias contadas”
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PANORAMA comparte este perfil del historiador Kurt Nagel publicado el 11 de noviembre de 2015, a propósito de su fallecimiento, este viernes 30 de junio, en Maracaibo a los 81 años.

Fue el cronista de Maracaibo y durante más de 60 años, investigó la historia del Zulia. Comenzó porque buscaba sus raíces tras perder todos sus documentos. Ha ocupado cargos destacados en educación, gobierno y organismos.

“Tú no escoges ni a tu padre, ni a tu madre, ni tu nombre, ni el lugar de nacimiento. Mi padre era alemán y mi madre, a pesar de que tenía un padre alemán, era miembro de una familia muy maracucha, con más de 400 años en la ciudad.Nací por accidente en Colonia (Alemania, de donde viene el Agua de Colonia), cuando papá llevó a mamá a conocer su familia. Pesé casi cinco kilos, y medí 58 centímetros. Fue cesárea. Soy grande por mi rama Lossada, no por ser alemán.

Siempre me eduqué en un ambiente venezolano. Mis antepasados venezolanos y colombianos pelearon en la Independencia y han sido figuras conectadas con el acontecer patrio. En la búsqueda de esas raíces, me hice proclive a analizar la historia, para que nadie pudiera echarme en cara mis orígenes extranjeros, o mi extraño nombre.

Sufrí ‘bullying’ cuando niño. Todo, por la Segunda Guerra Mundial. Como mi padre era alemán, la gente nos despreciaba. Yo no entendía aquello. Solo veía el sufrimiento de mamá, quien resentía aquel desprecio, incluso de sus amigos. Con la preparación intelectual tuve una explicación de todo aquello. Y solo así saqué la preocupación incomprensible de mi mente.

Comencé a investigar la historia del Zulia desde 1953 cuando regresé de finalizar mi bachillerato norteamericano y el venezolano. El 15 de octubre de 1940 los comunistas incendiaron el almacén de mi abuelo, que databa de antes de 1883. Casi mueren mis tíos y mis primas.

Además de causar la ruina familiar, se perdieron archivos valiosos y documentos probatorios antiquísimos. Al inscribirme en la universidad tuve que renovar la cédula. No había nada sobre mi en la Onidex. En 1944 me cedularon porque mi familia materna era sumamente conocida. Y aceptaron la simple declaratoria de papá y mamá.

Pero tuve que empezar a investigar para demostrar quién era. De esa manera, revisando archivos civiles y eclesiásticos durante más de cinco años, no solo logré las pruebas fehacientes, sino que comencé a darme cuenta de que mi familia estaba ligada a todos los grandes personajes de la ciudad.

Eso me hizo ser historiador y genealogista. Y eso me llevó a interesarme por mis raíces maracuchas que se hicieron cada vez más interesantes y profundas.

Sí, fui la primera persona que secuestraron en el estado Zulia. Los primeros seis meses fueron terribles. Con calma, voluntad e intelecto, poco a poco, desaparecen los temores y alejas esa horrible experiencia. Pero cualquier cosa que te lo recuerde te revuelve el espíritu. Hace poco, casi me asaltaban en mi casa. ¡Nadie sabe lo que se sufre!

La experiencia vivida te hace desconfiar de muchísimas personas. Eso me molesta mucho porque soy confiado y no anido ni la intriga ni la maldad sin motivo superior alguno. Me molesta enormemente la gente con doble cara. Soy directo y digo lo que siento.

He ocupado posiciones sumamente interesantes y he quedado sorprendido que me hayan convocado para cargos, discursos, condecoraciones u honores que nunca he esperado, y por todo lo cual jamás he luchado, ni buscado.

Los mayores retos que he tenido fueron ser ministro Consejero de la Misión Permanente de Venezuela ante la OEA, en Washington, ejercer el cargo de Viceministro de Justicia y asistir como delegado de Venezuela ante la Comisión Mundial de la Lucha Antidrogas en Bruselas.

Como historiador uno no puede complacer al mundo. Hay que contar las cosas como son aunque no agrade. Pero la verdad hay que contarla.

Yo usaba bolígrafo para recoger apuntes de historia. Después, usaba las antiguas máquinas de escribir. Y a través de mi tercer hijo, Juan, un día me di cuenta de lo práctico que me resultaba la computadora. Así que, comencé a aprender a usarla. Él me dio las primeras clases y transcribí mis apuntes de clase que luego logré convertir en tres libros de estudio para mis alumnos. Todo lo demás que he publicado lo tengo archivado en la computadora. ¡Espero que nunca se borre!

Muchos me llaman pretencioso. Lo que soy es claro, directo. No acepto la intriga, la hipocresía. Las cosas que me irritan no las puedo disimular. Para mi la puntualidad es la cortesía de los reyes. Por eso me consideran cascarrabias.

Soy bastante tímido, trato de ser prudente y mantener cierta distancia con la mayoría de la gente. Quizás sea por las malas experiencias que he tenido. No soy amiguero; más bien selectivo. Pero, no por eso dejo de ser amable con la gente. Por lo general no me gustan las multitudes. Viajar era mi pasión.

Me gusta la conversación interesante, bien llevada, igual que la lectura de buenos libros. Me molesta la habladera de paja, de tonterías, las conversaciones sin sentido, la mala educación, el comportamiento vulgar, el lenguaje ordinario, aun cuando en pequeños grupos disfruto muchísimo de los chistes que tengan cierta viveza o subidos de color.

Pero evito que eso trascienda en lugares donde estén damas. Cada cosa tiene su cómo, cuándo y dónde, y para eso hay que tener educación.

¿Que si digo palabras soeces? Bueno, con muy pocas personas, por tenerles mucha confianza, me permito palabras soeces. También, cuando por alguna causa superior me irrite y de pronto, sin darme cuenta, lance un improperio producto de mi desagrado.

Soy buen bailarín, glotón y adoro las guayaberas. Soy profesor. Después de jubilado continué dando clases por años. Más tarde tuvieron que llamarme por cinco años más y rogarme para ayudar en cátedras acéfalas. Pero he pensado en la necesidad de dejarlo porque me asombra la falta de preparación, el desorden y la falta de cultura de nuestro estudiantado, lo que me tiene bastante desilusionado.

Tengo 55 años dando clases, y cada día salen peor preparados. No saben pensar. La pereza mental cunde por todas partes. Y hay algo que admiro: La inteligencia, la viveza, el intelecto, la chispa intelectual, su discernimiento, su capacidad de análisis, su manera de expresarse y de comprender. Noto, intelectualmente, que hay alienados a la tecnología. Lo veo cada vez más entre mis alumnos.

¿Cuál es el mayor regalo que le dejo a mi Zulia querido? A mi Zulia le dejo las crónicas, los cuentos, las historias contadas en base a documentos para que sean veraces y no caer en fantasías.

Es una colección que le pertenece a la ciudad y al país. Ese material debe ser para uso y disfrute de la colectividad.

Tristemente, muchos trabajos solo podrán ser publicados después de mi muerte, porque no quiero irme al exilio o aparecer flotando en el Lago con unas moscas volándome por encima”.

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